A fines de los setenta, tras vestir a Robert Redford en El Gran Gatsby y a Diane Keaton en Annie Hall, Ralph Lauren ya se había convertido en el rey del sport estadounidense. No hay otro diseñador que represente un estilo de vida tan claramente, el del sueño americano hecho realidad. Su ropa, más cercana a la normalidad que a la ostentación, casó bien con la América conservadora de los ochenta y conquistó Europa en los noventa, con esa visión idealizada de la lozanía estadounidense y de la ropa deportiva, que con él salta a la pasarela. La portada que le dedicó la revista Time en 1986 y su fantástico vestido azul que lució Penélope Cruz en la entrega del Oscar a Almodóvar elevaron su figura al estatus de mito contemporáneo