Toda imagen creada es un espejo que refleja unos modos de ver. Miramos el mundo y a los otros en relación con nosotros mismos, a través de nuestra mentalidad y actitud. Mediante una amplia selección de obras, la exposición y el catálogo que la acompaña recuperan un espejo medieval: el retrato de los judíos y los conversos concebido por los cristianos en España entre 1285 y 1492. Durante esa época, las imágenes desempeñaron un papel fundamental en la compleja relación entre estos tres colectivos. Si, por un lado, fueron un importante medio de transferencia de ritos y modelos artísticos entre cristianos y judíos, al tiempo que propiciaron un espacio de colaboración entre artistas de ambas comunidades, por otro, como sombrío reverso, contribuyeron a difundir el creciente antijudaísmo que anidaba en la sociedad cristiana. En este terreno, la estigmatización visual de los judíos fue un fiel reflejo del espejo cristiano, de sus creencias y ansiedades, y, con ello, un poderoso instrumento de afirmación identitaria. Tras la masiva conversión de judíos al cristianismo como consecuencia de los pogr