¿Hasta dónde puede llegar la literatura? En este libro dedicado a lavida y la muerte de su hijo Daniel, Piedad Bonnett alcanza con laspalabras los lugares más extremos de la existencia.«Yo he aprendidocon este libro despiadado de Piedad, que no hay consuelo. Y que sinembargo vale la pena escribir que no hay consolación. ¿Por qué vale la pena? Creo que vale la pena de decirse, de escribirse, porque esverdad.»Héctor Abad Faciolince«¿Hasta dónde puede llegar laliteratura? En este libro dedicado a la vida y la muerte de su hijoDaniel, Piedad Bonnett alcanza con las palabras los lugares másextremos de la existencia. La naturalidad y la extrañeza conviven ensus páginas igual que en su mirada conviven la sequedad de lainteligencia y el latido más intenso de la emoción. Buscar respuestases un modo de hacerse preguntas. También es una forma de seguircuidando al hijo más allá de la muerte. La gran literatura conviertela historia personal en una experiencia humana colectiva. Por eso este libro habla de la fragilidad de cualquier vida y de la necesidad deseguir viviendo.»Luis García Montero«El dolor de la madre es aquí, por desgracia y también por milagro, tan infinito como el oficio de laescritora. Su doliente serenidad para nombrar lo innombrable, paranarrar la peor de las pérdidas, provoca una admiración que es, apartes iguales, de índole personal y estética. "El pensamiento no seacalla", leemos. Tampoco la literatura, capaz de llegar allí donde lavida nos silencia. Lúcida ante cada palabra que pronuncia en estaspáginas de terrible belleza, ante la delicadeza de su herida, PiedadBonnett nos incorpora conmovedoramente a su familia.»Andrés Neuman«Untestimonio demoledor del hecho más doloroso que una mujer puedeimaginar para su vida, escrito con la pluma pesada y pudorosa que sólo puede tener quien se sabe vencida por los demonios pero aún nos miradesde los ojos de sus ángeles. Me da terror y me angustia sentir queeste libro es bello, pero eso es: un libro de una belleza notable,ahogada y triste, muda de música, pero tan real como la vidamisma.»Pablo Ramos